jueves, 19 de diciembre de 2024 14:08 www.gentedigital.es
Gente blogs

Gente Blogs

Blog de Javier Memba

El insolidario

Setenta años de la revista "Tintín"

Archivado en: Cuaderno de lecturas, Tintín, Hergé

imagen

Repartidores del primer número de "Tintín"

(publicado originalmente en Zenda el pasado veintiséis de septiembre)

            "Para jóvenes de 7 a 77 años" rezaba el eslogan original de las aventuras de Tintín. Ese mismo lema fue el subtítulo de la revista que tomó su nombre del infatigable reportero de Le Petit Vingtième. Su primer número llegó a los quioscos belgas y franceses el veintiséis de septiembre de 1946. En los setenta años transcurridos desde entonces, cuantos aman las aventuras de Tintín han comprendido que el eslogan no era ni retórica ni una frase que iba bien para aumentar las ventas. Ni siquiera esa alusión al amplio espectro de la edad de los lectores que parecía. Muy por el contrario, era el conjuro que obraba el don de la infancia infinita.

 

Desde su primera entrega, En el país de los soviets, publicada como es sabido en Le Petit Vingtième entre el diez de enero de 1929 y el ocho de mayo de 1930, Tintín y Milú mostraron una capacidad sin paragón en toda la historia del cómic -y singular como pocas en la de la cultura occidental en general- para convertirse en la referencia más temprana de la mitología personal de sus lectores. Cuantos aman la obra de Hergé, el creador de tanta maravilla, desde que descubrieron su primera viñeta -ya no en Le Petit Vingtième, sino en uno de aquellos álbumes con el mítico lomo de tela que le obsequiaban sus mayores en la remota infancia- saben que volver a ver una estampa del periodista es volver a la dicha de los primeros días. Pero no divaguemos. Como se dice ahora, hoy lo que toca es la efeméride.

En 1946 ya había suficientes lectores de Tintín -la tintinofilia es un estadio superior- como para que nuestro héroe mereciera una revista. Con todo, poner en marcha la publicación no fue tan fácil como decidirlo. Pesaba sobre el gran Hergé el estigma de colaboracionista. Su supuesta colaboración con el invasor alemán de su país durante la guerra se limitaba a haber seguido publicando las aventuras de Tintín en Le Soir, el más popular de los rotativos francófonos de Bélgica, controlado durante la ocupación por la propaganda Abteilung -nazi-. Apenas fue liberada Bruselas y el diario devuelto a sus verdaderos propietarios, a Hergé, cuyo amor al trabajo frisaba el estajanovismo, se le prohibió seguir publicando. El maestro -que llegó a pisar la cárcel durante el proceso- aprovechó aquel veto para redibujar las doce aventuras publicadas hasta entonces, dando así al mejor periodista del mundo la que sería su forma definitiva.

 

También pesaba sobre Hergé una amistad de juventud con el nazi Léon Degrelle, el fundador del rexismo belga y de la Legión Valonia de las Waffes-SS, que halló refugio en la España franquista. Sin embargo, hay constancia de que el creador de Tintín se negó a dibujar los símbolos del partido de su amigo. Por aquel entonces, Hergé sólo era católico. Como Le Vingtième Siècle, el periódico de Bruselas en cuyo suplemento infantil, Le Petit Vingtième, nació Tintín. Sin embargo, a diferencia de aquella cabecera dirigida por Norbert Wallez -de la que hoy sólo se recuerda que vio nacer al intrépido reportero-, no era conservador. Católico y sentimental, así podría habérsele definido cuando fue acusado de colaboracionista. Con los años, como tanta gente de su tiempo de buena voluntad, evolucionaría al escepticismo del otoño de su vida, expreso de forma magistral en Tintín y los pícaros (1976).

 

No cabe duda de que quienes llevaron a Hergé ante el juez no habían leído El cetro de Ottokar, publicado en Le Petit Vingtième entre el cuatro de agosto de 1938 y el diez de agosto del año siguiente. En sus viñetas, Tintín denunció de forma meridiana la Anschluss (anexión) alemana de Austria. Cumple asimismo recordar que el nombre del dictador bordurio de aquellas páginas, Müsstler, es una indiscutible amalgama de los apellidos de Hitler y Mussolini. Los que acusaron a Hergé tampoco estimaron que, en El Loto Azul, aparecido en Le Petit Vingtième entre el nueve de agosto de 1934 y el diecisiete de octubre del 35, el dibujante, en su encono contra la barbarie de las potencias del Eje, hizo que Tintín fuese uno de los primeros periodistas que denunció las atrocidades cometidas por el ejército imperial japonés durante la invasión de China.

 

Afortunadamente, al juez encargado de la causa abierta contra el maestro no le hizo falta deliberar mucho para absolverle de todo cargo. Resolvió que su obra se había limitado "a la composición de dibujos para niños, excluyendo cualquier tendencia política". Y bien es cierto que fue así. Pero hubo más. En su empeño de evitar el más mínimo mensaje político en las entregas publicadas durante la ocupación -El cangrejo de las pinzas de oro (1940-41), La estrella misteriosa (1941-42), El secreto del Unicornio (1942-43), Las siete bolas de cristal (1943-44)-, Hergé había llevado a Tintín a escenarios siempre alejados del conflicto europeo y agudizado su ingenio hasta concebir la edad de oro de la serie. Todo se vio cercenado de pronto cuando la publicación de Las siete bolas de cristal quedó interrumpida el tres de septiembre de 1944, con la liberación. Tintín acaba de reencontrarse con el general Alcázar en una calle de Bruselas en la que sería la página 50 de la edición actual del álbum.

 

Además de esos lectores que añoraron durante dos años el regreso de su querido lechuguino -como llamaban a Tintín sus enemigos en las entrañables traducciones españolas de Zendrera Zariquiey-, entre los defensores de Hergé se encontraba uno de esos jóvenes de 7 a 77 años que también era un héroe del Mouvement National Royaliste, la resistencia belga. Raymond Leblanc, el sujeto en cuestión, no sólo contribuyó de forma determinante a la exoneración de Hergé, también fue el creador de Éditions du Lombard para la publicación de la revista Tintín. "Acogió nuestra proposición con cierto escepticismo", recordaría Leblanc sobre el Hergé al que visitó por primera vez. "Le entusiasmo la idea de que una revista llevara el nombre de su pequeño personaje. Pero dudaba de que pudiera llegar a publicarse". Por fortuna, el maestro no tardó en contagiarse del entusiasmo de su editor.

Naturalmente, con la aparición del semanario, las aventuras de Tintín dejaron de estar incluidas en el índice de libros prohibidos por el Alto Mando Aliado, que las había vetado el ocho de septiembre de 1946. El regreso del infatigable reportero ya se produjo en El templo del Sol, que forma un díptico con Las siete bolas de cristal. Para orientar a los lectores, Hergé retomó la historia remontándose unas planchas más atrás de donde hubiera debido continuar -en concreto doce que corresponden a las últimas de la versión actual de Las siete bolas de cristal-  e introdujo unos recortes de prensa a modo explicativo. El álbum que conocen ahora los meros lectores del valiente no es el original. Ése es el publicado por entregas en la revista Tintín entre el veintiséis de septiembre del 46 y el veintidós de abril del 48, que los tintinófilos atesoran como una de las joyas de su colección. Hubo una edición española, apaisada, dada a la estampa en 1988 por Editorial Juventud.

 

Un último dato sobre la que para muchos es la obra maestra del gran Hergé: fue en aquella versión original de El templo del Sol donde Tintín publicó los únicos artículos que se le recuerdan. Bajo el título de "¿Quiénes eran los incas?" reunió una serie en la que hacía gala de su proverbial respeto por esas culturas diferentes que le llevaban a conocer sus periplos. Lástima que toda esa inteligencia, que aún injuria la memoria de Hergé acusándolo de "facha", siga sin reparar en que Tintín fue un precursor del indigenismo. Andando en el placer de la lectura de aquella aventura en los Andes, se descubre que no duda en interponerse, junto al fiel Milú, cuando unos miserables maltrataron al indio Zorrino.

 

A partir de la aparición del semanario, las aventuras del mejor periodista del mundo aparecieron seriadas en su revista. A los pocos meses de su conclusión se publicaban en álbum por Casterman. Traducidas a un centenar de idiomas, se han vendido doscientos treinta millones de ejemplares. La revista, que prolongó su existencia hasta 1993, vio nacer a la plana mayor de la Línea Clara del cómic, siempre debida a discípulos y colaboradores de Hergé. Ya en el número uno había páginas dedicadas a Corentin, de Paul Cuvelier, y Les Quatre Fils Aymon, de Jacques Laudy. Entre ellas apareció la primera entrega de El secreto del espadón, primera aventura de Blake y Mortimer, del gran Edgar P. Jacobs. Alix el intrépido, del igualmente grande Jacques Martin, se incorporó al reparto en septiembre de 1948. Para entonces, dado su éxito, la publicación ya había aumentado su número de páginas. Bob de Mor, el tercero de los grandes discípulos de Hergé, junto con Jacobs y Martin, llegó procedente de Kuifje, versión neerlandesa de la revista, en 1949.

 

Fueron tantos los lectores, y tanta la influencia, que llegó a tener el semanario para jóvenes de 7 a 77 años en el mundo francófono que también pasaron por sus páginas los maestros del cómic francés. Corría 1958 cuando Albert Uderzo y René Goscinny publicaron en ella las primeras planchas de su Umpah-pah. Incluso André Franquin, el creador de los entrañables Spirou y Fantasio -que inspiraron a su vez una revista anterior, eterna competidora de nuestra favorita- también publicó en Tintín. Hergé, hombre de buena voluntad a carta cabal, siempre sintió una sincera admiración por él. A diferencia de los aficionados en sus disputas sobre bandé dessinée, el maestro nunca reparó en que Franquin fuera uno de los principales exponentes de la Escuela de Marcinelle, la opuesta a la de Bruselas, integrada por Hergé y sus acólitos.

 

Aunque llegó tarde -como las propias aventuras, que comenzaron a publicarse a comienzos de los años 60, cuando la serie ya estaba prácticamente acabada-, también hubo una edición española de la revista Tintín. Irrumpió en los quioscos en 1967. Publicada por Zendrera, animó esa edad de oro del tebeo español que tanta dicha proporcionó a los niños de la época. En sus páginas aparecieron las primeras traducciones de Tintín en América (1932) y Tintín en el Congo (1931), segunda y tercera aventuras, respectivamente, de la serie. Prolongó su vida hasta el 69, cuando fue integrada en Gaceta Junior. Ya en 1981 la iniciativa fue retomada por la llorada Editorial Bruguera. Pero la polémica en torno a la Línea Clara y la inteligencia contra Hergé se encontraban en uno de sus momentos álgidos y la iniciativa no acabó de cuajar.

Publicado el 12 de diciembre de 2016 a las 18:00.

añadir a meneame  añadir a freski  añadir a delicious  añadir a digg  añadir a technorati  añadir a yahoo  compartir en facebook  twittear  votar

Comentarios - 3

1 | María Antonia - 14/12/2016 - 11:15

Muchas gracias por tu artículo, Javier.
Me da mucha pena que algunas personas no hayan leído a Tintín por haberse dejado convencer por su leyenda negra, carente de fundamento.

2 | Javier Memba (Web) - 14/12/2016 - 13:14

Gracias a ti por tu interés. Eso que se pierden quienes injurian al gran Hergé.
Un abrazo.

3 | Armando Roig - 15/2/2020 - 05:06

Acabo de percatarme, que Le secret de l'espadon, de la saga aventurera de Jacobs, en el Journal de Tintin empieza en la página 2, según se la publicó en los albumes, tanto en la versión francesa, como en la española. Tienes alguna idea, si esa primera página fue añadida en la versión álbum, o fue un descuido del editor del Journal, que olvidó de ponerla...? Agradecería tu respuesta, ya que estoy en plena tarea de rescate del material que pienso coleccionar, para descartar los Journales, que ocupan mucho en mi disco.

Tu comentario

NORMAS

  • - Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
  • - Toda alusión personal injuriosa será automáticamente borrada.
  • - No está permitido hacer comentarios contrarios a las leyes españolas o injuriantes.
  • - Gente Digital no se hace responsable de las opiniones publicadas.
  • - No está permito incluir código HTML.

* Campos obligatorios

Javier Memba

Javier Memba

            Periodista con más de cuarenta años de experiencia –su primer texto apareció en la revista Ozono en 1978-, Javier Memba (Madrid, 1959) fue colaborador habitual del diario EL MUNDO entre junio de 1990 y febrero de 2020. Actualmente lo es en Zenda Libros. Estudioso del cine antiguo, en todos los medios donde ha publicado sus cientos de piezas ha demostrado un decidido interés por cuanto concierne a la gran pantalla. Puede y debe decirse que el setenta por ciento de su actividad literaria viene a dar cuenta de su actividad cinéfila. Ha dado a la estampa La nouvelle vague (2003 y 2009), El cine de terror de la Universal (2004 y 2006), La década de oro de la ciencia-ficción (2005) –edición corregida y aumentada tres años después en La edad de oro de la ciencia ficción-, La serie B (2006), La Hammer (2007) e Historia del cine universal (2008).

 

            Asimismo ha sido guionista de cine, radio y televisión. Como novelista se dio a conocer en títulos como Homenaje a Kid Valencia (1989), Disciplina (1991) o Good-bye, señorita Julia (1993) y ha reunido algunos de sus artículos en Mi adorada Nicole y otras perversiones (2007). Vinilos rock español (2009) fue una evocación nostálgica del rock y de quienes le amaron en España mientras éste se grabó en vinilo. Cuanto sabemos de Bosco Rincón (2010) supuso su regreso a la narrativa tras quince años de ausencia. La nueva era del cine de ciencia-ficción (2011), junto a La edad de oro de la ciencia-ficción, constituye una historia completa del género, aunque ambos textos son de lectura independiente. No halagaron opiniones (2014) fue un recorrido por la literatura maldita, heterodoxa y alucinada. Por su parte, David Lynch, el onirismo de la modernidad (2017), fue un estudio de la filmografía de este cineasta. El cine negro español (2020) es su última publicación hasta la fecha.  

 


 

          

 

Miniatura no disponible

 

Javier Memba en 2009

 

Javier Memba en 1988

 

Javier Memba en 1987

 

1996

 

 

Javier Memba en la librería Shakespeare & Co. de París

 

 

 

 

Imagen

 

 

COMPRAR EN KINDLE:

 

 

 

contador de visitas en mi web



 

 

Enlaces

-La linterna mágica

-Unas palabras sobre Vida en sombras

-Unas palabras sobre La torre de los siete jorobados

-50 años de la Nouvelle Vague en Días de cine

-David Lynch, el onirismo de la modernidad en Radio 3

-Unas palabras sobre Casablanca en Telemadrid

-Unas palabras sobre Tintín en Cuatro TV

 

 

ALGUNOS ARTÍCULOS:

Malditos, heterodoxos y alucinados de la gran pantalla

Nuevos momentos estelares de la humanidad

Chicas yeyés

Chicas de ayer

Prólogo al nº 4 de la revista "Flamme" de la Universidad de Limoges

Destinos literarios

Sobre La naranja mecánica

Mi tributo al gran Chris Marker

El otro Borau

Bohemia del 89

Unos apuntes sobre las distopías

Elogio de Richard Matheson

En memoria de Bernadette Lafont

Homenaje al gran Jean-Pierre Melville

Los amores de Édith

Unos apuntes sobre La reina Margot

Tributo a Yasujiro Ozu con motivo del 50 aniversario de su fallecimiento

Muere Henry Miller

Unos apuntes sobre dos cintas actuales

Las legendarias chicas de los Stones

Unos apuntes sobre el "peplum"

El cine soviético del deshielo

El operador que nos devolvió el blanco y negro

Más real que Homeland

El cine de la Gran Guerra

Del porno a la pantalla comercial

Formentera cinema

Edward Hopper en estado puro

El cine de terror de los años 70

Mi tributo a Lauren Bacall

Mi tributo a Jean Renoir

Una entrevista a Lee Child

Una entrevista a William McLivanney 

Novelistas japonesas

Treinta años de Malevaje

Las grandes rediciones del cómic franco-belga

El estigma de La campana del infierno

Una reedición de Dalton Trumbo

75 años de un canto a la esperanza

Un siglo de El nacimiento de una nación

60 años de Semilla de maldad

Sobre las adaptaciones de Vicente Aranda

Regreso al futuro, treinta años después 

La otra cabeza de Murnau

Un tributo a las actrices de mi adolescencia

Cineastas españoles en Francia

El primer surrealista

La traba como materia literaria

La ilustración infantil de los años 70

Una exposición sobre la UFA

La musa de John Ford

Los icebergs de Jorge Fin

Un recorrido por los cineastas/novelistas -y viceversa-

Ettore Scola

Mi tributo a Jacques Rivette

Una película a la altura de la novela en que se basa

Mi tributo a James Cagney en el trigésimo aniversario de su fallecimiento

Recordando a Audrey Hepburn

El rey de los mamporros

Una guía clásica de la ciencia ficción

Musas de grandes canciones

Memorias de la España del tebeo

70 años de la revista Tintín

Ediciones JC regresa a sus orígenes

Seis claves para entender a Hergé

La chica del "Drácula" español

La primera princesa de la lejana galaxia

El primer Tintín coloreado

Paloma Chamorro: el fin de "La edad de oro"

Una entrevista a la fotógrafa Vanessa Winship

Una recuperación del Instituto Murnau

Heroínas de la revolución sexual

Muere George A. Romero

Un mito del cine francés

Semblanza de Basilio Martín Patino

Malevaje en la Gran Vía

Entrevista a Benjamin Black

Un circunloquio sobre la provocación

Una nueva aventura de Yeruldelgger

Una dama del crimen se despide

Recordando a Peggy Cummins

Un tributo a las yeyés francesas

La última reina del Technicolor

Recordando a John Gavin

Las referencias de La forma del agua

El Madrid de 1988

La nueva ola checa

Un apunte sobre Nelson Pereira dos Santos

Una simbiosis perfecta

Un maestro del neorrealismo tardío

El inovidable Yellowstone Kelly

Que Dios bendiga a John Ford

Muere Darío Villalba

Los recuerdos sentimentales de Enrique Herreros

Mi tributo a Harlan Ellison

La inglesa que presidió el cine español

La última rubia de Hitchcock

Unos apuntes sobre Neil Simon

Recordando Musicolandia

Una novelista italiana

Recordando a Scott Wilson

Cämilla Lackberg inaugura Getafe Negro

Una conversación entre Läckberg y Silva

El guionista de Dos hombres y un destino

Noir español y hermoso

Noir italiano

Mi tributo al gran Nicholas Roeg

De la Escuela de Barcelona al fantaterror patrio

Recordando a Rosenda Monteros

Unas palabras sobre Andrés Sorel

Farewell to Julia Adams

Corto Maltés vuelve a los quioscos

Un editor veterano

Una entrevista a Wendy Guerra

Continúa el misterio de Leonardo

Los cantos de Maldoror

Un encuentro con Clara Sánchez

Recuerdos de la Feria del Libro

Viajes a la Luna en la ficción

Los pecados de Los cinco

La última copa de Jack Kerouac

Astérix cumple 60 años

Getafe Negro 2019

Un actriz entrañable

Ochenta años de "El sueño eterno"

Sam Spade cumple 90 años

Un western en la España vaciada

Romy Schneider: el triste destino de Sissi

La nínfula maldita

Jean Vigo: el Rimbaud del cine francés

El último vuelo de Lois Lane

Claudio Guerin Hill

Dennis Hopper: El alucinado del Hollywood finisecular

Jean Seberg: la difamada por el FBI

Wener Herzog y la cólera de Dios

Gordad, el gran maese de la heterodoxia cinematográfica

Frances Farmer, la esquizofrénica que halló un inquietante sosiego

El hombre al que gustaba odiar

El gran amor de John Wayne

Iván Zulueta, arrebatado por una imagen efímera

Agnès Varda, entre el feminismo y la memoria

La reina olvidada del noir de los 40

Judy Garland al final del camino de adoquines amarillos

Jonas Mekas, el catalizador del cine independiente estadounidense

El gran Edgar G. Ulmer

La última flapper; la primera it girl

El estigmatizado por Stalin

La controvertida Egeria del Führer

El gran Tod Browning

Una chica de ayer

El niño que perdió su tren eléctrico

La primera chica de Éric Rohmer

El último cadáver bonito

La exnovia de James Dean que no quiso cumplir 40 años

Don Luis Buñuel, "ateo gracias a Dios"

La estrella cuyo fulgor se extinguió en sus depresiones

El gran cara de palo

Sylvia Kristel más allá de Emmanuelle

Roscoe Arbuckle, cuando se acabaron las risas

Laura Antonelli, la reina del softcore que perdió la razón

Nicholas Ray, que nunca volvió a casa

El vuelo más bajo de la princesa Leia Organa

Eloy de la Iglesia y el cine quinqui

Entiérralo con sus botas, su cartuchera y su revólver

La chica sin suerte

Bela Lugosi y la sombría majestuosidad de Drácula

La estrella de triste suerte

La desmesura de Jacques Rivette

Françoise Dorléac

Klaus el loco

Una hippie de los 70

Jean Esustache, entre la Nouvelle Vague y el ascetismo

Nadiuska, un juguete roto

Thea von Harbou

Jesús Franco

David Cronenberg

Sharon Tate, como en un cuento de Sheridan Le Fanu

Un guionista sediento

La reina del fantaterror patrio

Dalton Trumbo y los diez de Hollywood

La primera chica que arrojó una tarta 

El desdichado Hércules contemporáneo

En la tradición familiar

El músico del realismo poético

Otro tributo a la gran Patty Shepard

Elmer Modlin y su extraña familia

Las coproducciones internacionales rodadas en España

Marilyn Monrore y su desesperado último gesto

Un amor más poderosos que la vida

El actor atrapado en sus personajes

Entre el fantasma de su madre y el final del musical

Barbet Schroeder

Amparo Muñoz

Samuel Bronston más alla de Las Rozas

Chantal Akerman

Françoise Hardy 

Un antiguo dogmático

Jane Birkin

Anna Karina, su turbulento amor y el Madison

Sandie Shaw, ya con calzado

El gran Serge Gainsbourg

Entre la niña prodigio y la mujer concienciada

La intérprete de Shakespeare que inspiró a The Rolling Stones

La maleta del capitán Wajda

Val Lewton y su dramatización de la psicología del miedo

La alimaña de Whitechapel

Cristina Galbó

La caravana Donner

Eddie Constantine

Un nuevo curso del tiempo

Rosenda Monteros

Una criatura de la noche

Una carta a Nicolás I

Edison y el 35 mm

Barbara Steele

El felón Esquieu de Floyran acaba con los templarios

Entre Lovecraft y Hitchcock

Tchang Tchong Yen recuerda a Hergé

La musa del ciberpunk

Néstor Majnó

Una leyenda del Madrid finisecular

El rey de la serie B

La primera cosmonauta soviética

Cuando la injuria sucede a la fatalidad

Bajo Ulloa y sus cuentos crueles

La cicerone de los Stones en el infierno 

Nace Toulouse-Lautrec

El París del Charlestón se rinde a Josephine Baker

Nastassja Kinski, la dulce hija del ogro

Un tributo a Sam Peckinpah

La leyenda del London Calling

Fiódor Dostoievski frente al pelotón de fusilamiento

Mi alucinada favorita

El hombre de las mil caras

El 7º de Caballería pierde la gloria

Un recuerdo de Silke

El genocidio camboyano

Peter Bogdanovich

Guy Debord y la sociedad del espectáculo

Un héroe de Iwo Jima 

Lupe Vélez tras el último tequila sunrise

El general Lee

Roman Polanski

Un hampón italoamericano

Jane Fonda en su juventud

Kraken en la Cuesta de Moyano

Josef von Sternberg

The Beatles en The Carvern y en el show de Ed Sullivan

Que la tierra le sea leve a Douglas Trumbull

El último superviviente del hampa de Chicago

Inma de Santis

El Álamo

Una musa insumisa

El malvado Zaroff y un elogio a las revistas pulp

Miles Davis

Un polaco y el amour fou

La Legión extranjera como género literario

Conchita Montenegro

Peter Lorre y su cara de villano

El juez de la horca

Syd Barrett

Kathleen Turner

Una caricatura de la hombría

Eric Clapton

Helga Liné

Butch Cassidy

Carlos Arévalo, un cineasta español

Nace el último bohemio

Pascual García Arano

María Perschy

El Combray de Ingmar Bergman

Carlos Castaneda

Una canción de Neil Young

Un suicida dandi

Hedy Lamarr

Philip K. Dick y sus realidades bastardas

La última mujer fatal

Andréi Tarkovski, otro maldito por la censura soviética

Nace la música de la New Age

"Wie einst" Lili Marleen

Una lectura de Byron en Villa Diodati

Un apostol de la sedición juvenil

Ava en mi ciudad

Rider Haggard

Una entrada para la "Historia universal de la infamia"

La Marguerite Duras cineasta

Gallardo y calavera

El hombre que vendió su alma a Elizabeth Taylor

El crímen de Charlotte Corday

Un elogio entusiasta de la urbe

Un ángel caído

Mary Bradbury teme por su vida

Pierre Étaix y su triste gracia

El mejor verano de los Rolling

María Rosa Salgado y su conmovedora discrección

La valentía de Ramón Acín

Sylvie Vartan

La cruz de Malta de Wim Wenders

La epifanía de Louis Daguerre

Carroll Baker

Marie Laforêt y mi amigo Eloy

Eliseo Reclus atisba su quimera

Patty Pravo

Richard Pryor contra sí mismo

Miroslava, una actriz marcada por la fatalidad

France Gall y el doble sentido

Robert Bresson y el cine puro

La gesta de Alekséi Stajánov

Nace el Rimbaud del Rock & Roll seminal

Dominique Dunne, una filmografía que se quedó en el aire

Un actor vampirizado por un personaje

Tolkien publica El Hobbit

La segunda musa de Godard

John Dos Passos entra en la eternidad

Alain Resnais, el cine de la memoria

Una musa del filme noir

El cadáver de Nancy Spungen en el Chelsea Hotel

La historia de Bobby Driscoll

Un icono del feminismo

Recordando a Tina Aumont

Colgaron a Gilles de Rais

Dario Argento

Nico en el cine

Dylan Thomas en su último trance

Brigitte Helm

Un punkie en la Disney 

Nace Billy el Niño

The Wall

Tennessee Williams

Vivien Leigh

Kazuo Sakamaki salva la vida en Pearl Harbor

El proscrito de la Escuela de Barcelona 

47 hombres de honor

Charlotte Rampling

La incomunicabilità del gran MIchelangelo Antonioni

F. Scott Fitzgerald

Un pilar del cómic estadounidense

Juliet Berto

Erik, el fantasma de la Ópera

Una comedia francesa

Un pesimista alegre

Una mirada indolente a la derrota 

Sender en Casas Viejas

Kipling en su último momento

Los hermanos Marx

Puente sobre aguas turbulentas

Anouk Aimée

Mary Shelley

Quentin Tarantino

Neal Cassady 

Natalie Wood

La heterodoxia de Ermanno Olmi

Fu-Manchú

Stefan Zweig pone fin a sus días

 

 

 

 

 

 

EN TU MAIL

Recibe los blogs de Gente en tu email

Introduce tu correo electrónico:

FeedBurner

Archivo

Grupo de información GENTE · el líder nacional en prensa semanal gratuita según PGD-OJD